La gestión de la basura generada en las grandes ciudades se ha convertido en un problema grave. Solo en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se generan 23.500 toneladas diarias de residuos. Pablo Mesa, Coordinador Académico del Centro de Estudios Metropolitanos, explica el concepto de la Economía Circular como propuesta para su solución.
La inesperada crisis desatada por la aparición del virus Covid-19 ha dejado al descubierto en el mundo la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios, sociales, económicos e institucionales con los que hemos convivido durante los últimos años.
En este escenario surgen diferentes miradas e interpretaciones sobre el vínculo entre la crisis sanitaria y el cambio climático. La crisis ecológica que atravesamos afecta directamente a la degradación y destrucción de ambientes naturales y trae aparejada afectaciones en la salud de la población. En el 2012, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre el impacto de las actividades humanas en el clima y, por consecuencia, cambios en la distribución de los brotes de enfermedades infecciosas o las enfermedades emergentes relacionadas con las alteraciones de los ecosistemas.
La naturaleza nos brinda servicios ambientales que son necesarios para poder subsistir pero éstos son dependientes del funcionamiento saludable de los ecosistemas y de la biodiversidad que contiene. Cuando los ecosistemas se degradan también lo hacen los servicios que prestan y, por tanto, el equilibrio se rompe.
En el año 2017 la Global Footprint Network, organización de investigación internacional que ha sido pionera en el sistema de contabilidad llamado “huella ecológica”, publicó datos alarmantes sobre la demanda humana de recursos naturales. La humanidad se encontró ese año utilizando recursos 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar, lo que equivale a decir que estamos usando 1,7 planetas.
Los costos de este sobregiro ecológico se están haciendo cada vez más evidentes: deforestación, sequías, escasez de agua potable, erosión del suelo, pérdida de biodiversidad, y aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, entre otros, son algunos de los impactos negativos.
La actual pandemia pone de relieve las desigualdades existentes. Los seres humanos asistimos desde hace décadas a un paradigma que privilegia exclusivamente una economía lineal basada en los pilares de producción-consumo-descarte, como un valor de mejor calidad de vida. Hoy ese sistema plantea sus dudas respecto a la sostenibilidad y nos lleva a reflexionar sobre el modo en que vivimos. Esta crisis, entonces, parecería ser una buena oportunidad para preguntarnos, ¿cómo nos vinculamos con el medio en el que vivimos? o ¿qué valores perseguimos bajo el actual modelo de desarrollo?
Las medidas impuestas por el aislamiento sanitario condujeron a producir y consumir casi lo estrictamente necesario. Nuevamente la reflexión: ¿Cuál será el mejor modelo para lograr mejores condiciones de vida y reactivar la economía en el escenario post pandemia?
Al respecto, escuchamos voces en diferentes sentidos. Algunas más conservadoras que claman por un retorno a la ¨normalidad¨ y otras que demandan transformaciones en torno a la nueva sostenibilidad social y ambiental. En cualquier caso ¿Será vista esta crisis como una apertura a nuevas oportunidades para desarrollar escenarios donde las actuales prácticas en materia de planificación, producción y consumo se modifiquen?
Escenario
Los conglomerados urbanos de nuestro país son los más impactados por el Covid-19, allí el virus se reproduce rápidamente y son necesarias medidas más estrictas para contener la pandemia.
Por lo tanto, el confinamiento en las ciudades trae -como experiencia obligada- impactos indirectos en los modos sociales, económicos y ambientales. Algunos ejemplos refieren al consumo (sólo de lo esencial y en comercios de cercanía); a las restricciones para la circulación de vehículos y movilidad de las personas y a la disminución de la contaminación atmosférica. Estos cambios en la conducta humana han puesto de manifiesto interrogantes acerca de la calidad de vida en las ciudades.
En nuestro país la generación de residuos sólidos urbanos sigue representando uno de los grandes desafíos de la gestión ambiental urbana. Si bien en las últimas décadas comenzó a vislumbrarse la necesidad de modificar el modelo imperante basado en recolectar y enviar a relleno sanitario los residuos (en el mejor de los casos), en la práctica se han realizado pocos cambios. Por otra parte, la proliferación de basurales a cielo abierto, el colapso de los rellenos sanitarios y la dificultad para abrir nuevos centros de disposición final, debido principalmente al rechazo social, evidencian la necesidad de repensar el sistema completo.
La región metropolitana de Buenos Aires es la urbe más relevante del país, conformando un continuo urbano y una unidad en términos económicos, sociodemográficos y ocupacionales. Está integrada por la ciudad de Buenos Aires, el gran Buenos Aires y un conjunto de distritos contiguos. Esta región comprende un total de cuarenta municipios si se incluye al denominado gran La Plata (conformado por la ciudad de La Plata y sus municipios contiguos).
Antes del impacto de la pandemia producto del Covid-19 la región generaba unas 23.500 toneladas por día de residuos sólidos urbanos que son enviados a la CEAMSE (Coordinadora Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) para su tratamiento.
En términos de sostenibilidad en la gestión de residuos sólidos urbanos, en el mundo se ve con buenos ojos el avance del modelo de economía circular. Al compás de la evidencia creciente respecto de los límites en el consumo de recursos naturales se propone el traspaso del sistema de producción vigente, basado en un modelo lineal de extraer, fabricar, consumir y tirar, que privilegia la obsolescencia programada y la percibida, por otro que promueve la circularidad. Este marco conceptual se encuentra alineado con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) consensuados y validados internacionalmente, además de ofrecer beneficios económicos y sociales como la generación de empleo.
¿Es la economía circular la respuesta a los desafíos que plantea la gestión de residuos en los municipios argentinos?
La economía circular es un concepto fuertemente vinculado con la sostenibilidad. Se caracteriza por ser restaurativa y regenerativa, prioriza el uso por sobre el consumo. Procura que los productos, componentes, materia y energía, mantengan su utilidad y valor máximos en todo momento, siendo su finalidad la de producir los bienes y servicios necesarios, al tiempo que se reduce el consumo y el desperdicio de energía, agua y materias primas, a través de la gestión de una suma finita de existencias y flujos renovables.
La economía circular sienta sus bases sobre tres principios: preservar y mejorar el capital natural controlando reservas finitas y equilibrando los flujos de recursos renovables; optimizar los rendimientos de los recursos distribuyendo productos, componentes y materias con su utilidad máxima en todo momento; y eliminar del diseño los factores externos negativos.
Algunos países ya vienen avanzando en esta nueva faceta del reciclado. En este sentido, la Unión Europea adoptó, en diciembre de 2016, un ambicioso paquete de medidas para promover la economía circular destinado a apoyar a las empresas y los consumidores europeos en la transición a una economía donde se utilicen los recursos de modo más sostenible.
Consideración finales
En términos prácticos avanzar hacia un modelo de estas características representa un verdadero desafío. No sólo para repensar el sistema sino también para promover la participación de todos los sectores involucrados: sectores productivos, administraciones locales, sectores de las organizaciones sociales, sindicales, entre otros.
Si bien Argentina cuenta con normativa que impulsa la gestión integral de los residuos sólidos urbanos, la reducción y reciclado de materiales se encuentra en estado embrionario. Mayormente este sector se mueve en la informalidad, con demasiadas barreras, con poco respaldo del Estado y en condiciones precarias. Es importante tener en cuenta que la actividad del reciclaje sigue siendo hoy día un motor para la creación de empleo, para el ahorro de energía, para la provisión de materias primas valiosas a la industria; puede también activar sectores de la economía a través de la fabricación de productos reciclados.
El camino a transitar para la implementación de una política de economía circular en materia de gestión de residuos sólidos urbanos requerirá de una batería de instrumentos tales como: mecanismos de financiación, programas integrales de educación ambiental, políticas fiscales, marco normativo, formalización de sectores informales, control ambiental de los procesos y una articulada coordinación de los distintos niveles gubernamentales.
La crisis que atravesamos, en el marco de la pandemia, agravó la situación de desigualdad social y ambiental. Como sociedad, el actual escenario nos plantea la posibilidad de repensar hacia dónde queremos ir y cómo restablecer los vínculos sociales y con la naturaleza.
Observamos cómo se configura, con grandes desafíos, una vasta agenda ambiental para el nuevo siglo, pero también estalla a diario la vieja agenda sanitarista del pasado, que se manifiesta en los miles de basurales a cielo abierto. Es el momento de utilizar los instrumentos del siglo XXI para dar respuesta a los nuevos y los viejos desafíos en materia ambiental.
Acerca del autor / Pablo E. Mesa
Coordinador Académico del Centro de Estudios Metropolitanos