Gabriel Fernández, Director de La Senial Medios y del Área Periodística de Radio Gráfica, analiza para Mestiza el contexto en el que se desenvolvieron las recientes elecciones en los Estados Unidos.
Hace rato que EEUU tiene un suprapoder instalado. El problema es la naturaleza de ese suprapoder. En realidad, son varias las naciones que poseen políticas de Estado que trascienden los gobiernos singulares. La dificultad que se observa en la potencia del Norte es que desde mediados de los 60 hasta aquí se ha trabajado con intensidad para doblegar el despliegue industrial, y se ha concretado la hegemonía del capital financiero.
Esto ha generado una orientación básica en el Departamento de Estado que damnifica la posibilidad de desarrollar algún tipo de política local e internacional que esté por fuera de la renta inmediata y la relación que habitualmente tiene ese armado con la producción y venta de drogas y de armas. Esto le ha llevado a tener una actitud ofensiva hacia el resto del planeta, al menos hacia quienes no configuran sus políticas tal y como los norteamericanos pretenden.
Es preciso añadir que, desde hace medio siglo, los Estados Unidos imponen el dólar como moneda universal sin poseer el sustento adecuado de producción y reservas. Esto es complicado porque la disparidad de valor opera de hecho como lastre de la humanidad. Lastre contras las naciones empobrecidas y subyugadas, pero también para las potencias emergentes que llevan adelante proyectos diferenciados, más ligados a sus mercados internos y al desarrollo industrial. El 62 por ciento de las reservas monetarias del planeta están en dólares… pero EEUU no genera el 62 por ciento de la producción de riqueza.
Con este panorama, las elecciones norteamericanas ofrecían un par de opciones que, debido a la persistencia de ese suprapoder resultaban equilibradas entre sí aunque tuvieran un discurso contrastante ante la opinión pública. Sin embargo, si hemos de señalar algún tipo de tendencia, podríamos ver que Hillary Clinton y el Partido Demócrata (que otrora se relacionaba con los sindicatos y las organizaciones civiles) han sido cooptados por aquellos segmentos que operan en beneficio de las grandes corporaciones financieras internacionales. Como contracara interna había surgido Bernie Sanders, pero el gigantesco respaldo del esquema de poder falló en su contra.
En el Partido Republicano se potenció la figura de Donald Trump, en principio asentado sobre la necesidad de restablecer elementos del circuito inversión, trabajo, producción y consumo. Esa bandera es tenue por varios motivos. En principio debido a su raigambre inmobiliaria, y también por la recurrencia a la construcción de empleo mediante la industria armamentística. Por tanto, la opción de un Trump mirando hacia dentro, dejando de lado la intervención en otras zonas del planeta, puede configurar una idealización que concibe posible elaborar un nacionalismo genuino en un país desestructurado.
A la hora de analizar los comicios norteños es pertinente recordar elementos básicos de su organización. En lo político cultural, el triunfo del macartismo entre los 50 y los 60 ha expulsado de la discusión nacional a contingentes populares masivos con ansias transformadoras. En lo práctico, las elecciones se realizan un día martes laboral; antes de sufragar es preciso inscribirse. Luego, el voto no va hacia tal o cual candidato de modo directo, sino hacia la conformación de un colegio electoral. Es decir, la famosa democracia norteamericana está diseñada para obstruir la participación democrática de la ciudadanía.
No es vano en este caso, saber que cualquiera de las variantes podía resultar perjudicial para América latina. No somos partidarios de la tabla rasa que identifica cualquier candidato con “el sistema”; pero la particularidad norteamericana habilita este diagnóstico.
Por eso es pertinente reiterar la importancia de afirmarse sobre la propia continentalidad, dejando de lado el vínculo unilateral con el Norte y profundizando la relación con los países hermanos. La acción argentina contra el Mercosur y contra la Unasur resulta, con este panorama, además de un error estratégico, una suerte de suicidio de carácter económico político.
Es en este preciso momento, al articularse opciones emergentes potentes en todo el planeta, dispuestas a un hilván del Sur emergente, cuando el modo de construir y dialogar de manera clara con esos poderes es configurar un espacio regional amplio con un mercado interno fuerte. Y también, elaborar una política de Defensa adecuada al interés propio, sin nexos con presuntas luchas contra el terrorismo y el narcotráfico diseñadas por el Norte para promover… el terrorismo y el narcotráfico.
Lo ha sugerido el Papa Francisco. Su decir no es mero maquillaje ni flota en la indeterminación. Tiene el respaldo de aquellas zonas crecientes. Castiga con energía la renta y la usura. Promueve la opción productiva al indicar un sendero articulado sobre las tres T: Tierra, Techo, Trabajo.
Este martes se votó en los Estados Unidos. La gran potencia estancada optó entre variantes que no revertirán su destino.
Acerca del autor/a / Gabriel Fernández
Periodista – Director La Señal Medios (www.laseñalmedios.com.ar) / Área Periodística Radio Gráfica (www.radiografica.org.ar)