Economía

UN AÑO DEL GOBIERNO DE MILEI

Haciendo equilibrio con la economía

Por Daniel Novak

Un equilibrio financiero que no garantiza aún un crecimiento sustentable

El concepto de equilibrio en economía ha dado lugar a interpretaciones diversas sobre su significado y alcances. La principal controversia proviene de una de las concepciones más difundidas de las escuelas tradicionales (ortodoxas liberales, en general) que plantean que una variable llega a su valor de equilibrio cuando las fuerzas contrarias de las que la determinan se compensan entre sí, por lo cual ese valor ya no se modifica más, y por eso se lo considera valor de equilibrio, bajo una concepción estática del mismo. 

El ejemplo más característico de esta concepción estática del equilibrio es el de la oferta y la demanda de un producto en un mercado de competencia perfecta. Sin entrar a discutir los supuestos absolutamente irreales que hay detrás de las condiciones para que un mercado sea de competencia perfecta, lo que plantea esta teoría es que, al tener la función de demanda “pendiente negativa” (cuando sube el precio del producto baja la cantidad demandada) y la función de oferta pendiente positiva (cuando aumenta el precio sube la cantidad ofrecida), hay un solo punto en el que ambas funciones se cruzan, que determina el precio y la cantidad de equilibrio, en el que la demanda es igual a la oferta.

¿Por qué se le llama punto de equilibrio? No sólo porque todos quienes ofrecen y demandan a ese precio quedan conformes, sino porque además si nos movemos fuera de esos valores (con un precio máximo impuesto o por alguna restricción a la cantidad ofrecida) aparecerán fuerzas que inducirán a volver a ese punto de equilibrio.

Esto se puede apreciar en los siguientes gráficos, tomados del Manual de Introducción al Análisis Económico de nuestra universidad:

En el primer gráfico se observa que, si el precio P1 fuese superior al de equilibrio PE en el punto E, la cantidad ofrecida sería mayor que la demandada; en ese caso, para no quedarse con producción invendida los oferentes irán bajando el precio para que haya mayor demanda, hasta volver al punto E donde ambas cantidades coincidan y todo el mundo quede conforme. El mismo razonamiento se aplica al gráfico de la derecha si el precio real es menor que el de equilibrio: aquí la demanda excedente, en competencia perfecta, llevará el precio hasta PE donde nuevamente se igualan las cantidades ofrecidas y demandadas.

Este ejemplo, que podríamos considerar el más arquetípico del concepto estático de equilibrio económico, da una idea de lo limitada y poco útil que es esta concepción, porque una vez que se alcanza el punto E nada más se movería, a menos que cambien por algún otro motivo las formas y/o la posición de las funciones de oferta y demanda.

Esta concepción del equilibrio no resulta muy útil para el análisis dinámico de la economía porque si llegáramos por las fuerzas del mercado a todos los puntos de equilibrio sin ninguna intervención ajena a esas fuerzas (postulado principal de las doctrinas liberales) la economía no se movería más y se estancaría en esos valores. Por eso, lo importante es introducir otro tipo de enfoque, que podemos denominar visión dinámica del equilibrio económico, y que nos permita analizar cómo se deben “romper” los equilibrios estáticos para que la economía vaya cambiando y por lo tanto pueda crecer de manera sostenible.

Este enfoque dinámico del equilibrio es más complejo y riesgoso que el estático porque se basa en la idea de producir un desequilibrio estático que conduzca a la economía a otro equilibrio que sea superior o mejor que el anterior. El riesgo principal se relaciona con el sendero dinámico del (des)equilibrio, según que sea convergente o no a una nueva situación de equilibrio estático superior, y las alternativas negativas de este sendero son dos: una que converja, pero a un punto de equilibrio peor que el original (recesión, por ejemplo), y otra que sea dinámicamente divergente (hiperinflación, por ejemplo).

Si bien el análisis estático ha sido más característico del análisis microeconómico también se lo aplica en el análisis macroeconómico, incluso en las teorías menos ortodoxas, como la keynesiana. Un ejemplo es el de la relación entre la oferta y la demanda globales de toda la economía. Así, se presenta y se expone como condición de equilibrio macroeconómico la igualdad entre estos dos agregados, cosa que llevaría a una tendencia estacionaria a la economía, donde no habría incentivos ni para aumentar ni para reducir el nivel de actividad productiva.

Sin embargo, el gran hallazgo de John Maynard Keynes fue que ese equilibrio entre oferta y demanda globales podía darse con desocupación de factores productivos, con lo cual ese equilibrio estático resultaría no deseable y, por lo tanto, convendría romperlo haciendo que la demanda global exceda a la oferta para que haya un incentivo al aumento de la producción. ¿Hasta cuándo? Hasta que el aumento de actividad ocupe a (casi) todos los factores productivos disponibles, incluyendo prioritariamente la mano de obra. Y la audacia de Keynes lo llevó a postular la herramienta fiscal como instrumento inmediato para provocar ese desequilibrio, aumentando las erogaciones estatales sin necesidad de financiamiento genuino.

¿Qué posibilidades de convergencia o divergencia a un nuevo equilibrio mejor que el anterior hay con estas políticas expansivas? Todo depende de cómo se financie el desequilibrio presupuestario y de cómo sea leída esa medida por parte del sector privado de la economía, tanto el productivo como el financiero.

Si el nuevo déficit fiscal se financia con endeudamiento público eso puede elevar las tasas de interés y desalentar las inversiones productivas, provocando un efecto contraproducente en la expansión de la demanda global. Peor aún si el endeudamiento es externo porque puede subir la tasa de riesgo-país con un efecto adicional de desconfianza.

Otra alternativa es financiar el déficit fiscal con emisión monetaria, recordando que se estaría partiendo de una situación recesiva con desocupación de factores productivos. En la época en que Keynes planteó estas alternativas, la Gran Depresión mundial de 1929/33, la brutal caída de la actividad económica provocaba una deflación de precios que hacía que mucha gente prefiriera, mientras pudiera, conservar el dinero líquido para mejorar su poder adquisitivo a futuro, dando lugar a lo que el mismo Keynes llamara “trampa de la liquidez”, que hacía que la mayor emisión no se trasladara a una suba de precios mientras se recuperaba la economía.

Pero ¿qué pasa cuando la recesión productiva coincide con un proceso inflacionario previo, provocado por otras causas? Más aún, ¿qué pasa cuando la preferencia por la liquidez no sucede con la moneda que se emite, sino que se materializa en una moneda que no se emite, como sucede en nuestra economía bimonetaria con el dólar? Está claro que en estos casos el sendero dinámico del equilibrio no es convergente sino divergente respecto a un nuevo equilibrio estático de mayor nivel de actividad.

Ahora bien, ¿esto debe llevarnos a pensar entonces que la solución sanadora para el sendero divergente debe ser equilibrar el presupuesto público y dejar de emitir dinero? Todo parece indicar lo contrario ya que este recurso de equilibrio estático fiscal y monetario profundiza el carácter regresivo del sendero dinámico ya que reduce la demanda agregada y profundiza la recesión y el desempleo que había que resolver.

Hay quienes dicen, como el actual gobierno, que este sería un costo necesario para recuperar la estabilidad y la confianza que llevarían a una progresiva caída de la inflación y de las tasas de interés, generando el estímulo necesario para recuperar la inversión privada para que la demanda se recupere no ya por el lado del déficit fiscal sino por el de un mayor gasto productivo del sector privado, junto con la restauración de la confianza en el poder adquisitivo de la moneda propia.

Para que esto sea posible sería necesario que el sector privado tenga también la convicción de que este desequilibrio recesivo inicial será convergente con una nueva situación de equilibrio dinámico que ponga a la economía en el sendero del crecimiento sostenible. Pero cuando se habla del sector privado es preciso tener en cuenta que se trata de dos subsectores claramente diferenciados, aunque muchas veces con intereses entrelazados: el de los operadores financieros, internos y externos, y el de los productores de bienes y servicios.

Está claro que las variables económicas, incluyendo las financieras, de los últimos años daban señales claramente divergentes de un equilibrio dinámico hacia un crecimiento sustentable; de hecho el producto interno bruto (PIB) de 2023 fue prácticamente igual que el de 2011 que, con una población 14% mayor, ponía de relieve un descenso inexcusable del PIB per cápita, más un indicador de distribución (coeficiente de Gini) que pasó del 43 al 47% de desigualdad en ese lapso, lo que implica una caída de más de la quinta parte del nivel de vida de los sectores de menores ingresos.

Junto con estos indicadores de la economía real, los indicadores financieros daban señales crecientes de desequilibrio estático y dinámico, con una tasa de inflación que pasó del 25 al 160% anual en ese período, una brecha entre el valor oficial del dólar y el de los mercados financieros alternativos del 90% antes de las elecciones presidenciales y un indicador de riesgo-país de más de 2.000 puntos, que implica un rendimiento real de más de 20% con respecto a la tasa de EEUU por la caída de cotización de los bonos de la deuda externa pública.

A poco menos de un año de la asunción del actual gobierno libertario algunas variables financieras parecerían estar dando señales de convergencia a una situación más estable, ya que la tasa de inflación parecería proyectarse al 35% anual (más alta que la de 2011), la brecha cambiaria se ubica por debajo del 15% y el indicador de riesgo-país está por debajo de 800. Pero ¿se trata de una situación de convergencia a un equilibrio dinámico sustentable?

Todavía no parece que sea así por un par de indicadores que hacen temer seriamente que esta aparente estabilidad financiera lleve a una recuperación de la economía real: la inflación en dólares y el retraso del tipo de cambio real, dos cuestiones que lejos de reactivar la economía tenderán a mantenerla en una meseta de fuerte capacidad productiva ociosa y elevado desempleo.

En los primeros diez meses de 2024 los precios minoristas (IPC) aumentaron 107%, mientras el dólar financiero bursátil (MEP) lo hizo en menos del 20%, lo que da como resultado una inflación en dólares de más del 73%, equivalente a una pérdida de poder adquisitivo del 42% para los tenedores de esa moneda. Por su parte, el dólar oficial aumentó casi 20% contra un incremento de los precios mayoristas de casi 65%, con lo cual la inflación en dólares para los productores locales fue del 38%, lo que implica una pérdida de competitividad internacional del 27% para nuestra producción, tanto en el mercado interno frente a importaciones como en los mercados externos para exportar.

Más allá de la aparente recuperación de confianza de algunos operadores financieros con la reducción de la brecha cambiaria y la baja del riesgo-país, estimulada además por el llamado carry-trade que potencia la utilidad en dólares de la tasa de interés en pesos, lo cierto es que la economía está atravesando un inédito proceso de altísima inflación en dólares con el consecuente retraso cambiario que alienta la sustitución de producción interna por importaciones y desalienta las exportaciones, con las obvias consecuencias sobre la disponibilidad genuina futura de divisas.

Con este panorama cuesta creer entonces que este aparente shock de confianza, basado en un ajuste fiscal inédito y en la no emisión de moneda doméstica, sea el tránsito hacia un equilibrio dinámico sostenible. Con suerte llevará a un equilibrio estático recesivo con mayor desocupación, si no es que termina en una nueva crisis inestable cuando se agote la ilusión del nuevo carry-trade y quienes aprovechan hoy el elevado rendimiento de pasarse transitoriamente a colocaciones en pesos decidan volver al dólar.

Acerca del autor / Daniel Novak

Daniel Novak

Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, Coordinador de la Licenciatura en Economía @novak_daniel

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