Algunas semanas después del domingo 11 de agosto, tomando un café con un viejo amigo en la Universidad Arturo Jauretche y aún sorprendidos por la sorpresa que había ocasionado el contundente triunfo de “los Fernández”, él me recordó una frase del famoso filósofo inglés Alfred Whitehead “Hace falta una mente muy poco corriente para acometer el análisis de lo obvio”.
Los meses anteriores a las PASO, como tantos militantes, escuchaba de encuestas y análisis que presagiaban diversos resultados. Con la ansiedad y el miedo que todos sentimos, no en vano veníamos de varias derrotas consecutivas, en las charlas en paralelo con dos compañeros que respeto mucho nos deteníamos un rato, “parábamos la pelota”, y hacíamos el siguiente análisis: ¿quiénes de los que votamos en el ballotage 2015 a Daniel Scioli ahora no votaríamos a los Fernández? Y por el contrario, ¿Cuántos de los que en esa elección optaron por Macri ahora dejarían de hacerlo?.
La consecuencia de esta razonamiento que era obvia y concluía en pronosticar un resultado muy similar al que finalmente ocurrió, debía soportar estoicamente cómo los sondeos más variados nos hablaban de que “se acortaba la distancia”, que “estábamos cerca de un empate técnico”, que “con la proyección de las tendencias Macri podría quedar unos puntos arriba”, etc., etc. Con dudas y, por qué negarlo, bastante preocupados, con estos dos compañeros volvíamos a repetir nuestro análisis sin obtener otro resultado que una clara victoria.
Unos días antes de la elección me reencontré con un amigo que viene desde hace años estudiando los comportamientos electorales. Después del ritual de intercambiar resultados de sondeos le compartí mi simple planteo y el me respondió con una interesante reflexión, “Sabes lo que pasó, me dijo, con todo el auge de las tecnologías electorales, Cambridge Analitica, las películas y documentales sobre el Brexit, nos olvidamos que esas cosas es verdad que tienen un gran impacto pero solo sobre unos pocos, un 5% del padrón, ponele, y cuando las elecciones están parejas y esos pocos las deciden nos olvidamos del 95% restante que sigue votando por los mismos motivos que lo hizo siempre”.
Y “los mismos motivos de siempre” no podía augurar nada bueno para un gobierno que no cumplió ninguna de sus promesas electorales (recordemos: terminar con la pobreza, reducir la inflación y unir a los argentinos) y que gestionó de tal manera que la inmensa mayoría de nosotros vivimos hoy mucho peor que cuatro años atrás.
Frente a esta realidad tan obvia, ¿qué podía realmente ofrecer el gobierno? Solo tres cosas, el relato duranbarbiano de sus herramientas tecnológicas, la famosa grieta y el viejo “divide y reinarás”.
Después de años de escuchar del brillante uso del oficialismo de las técnicas del marketing, de las redes sociales, de las capacidades demoscópicas del Big Data y las sofisticaciones de la microsegmentación, que casi la mitad de los electores hayan votado por el Frente de Todxs demostró las limitaciones de estas herramientas. El mejor ejemplo de esto ocurrió el último día de la campaña cuando la alianza oficial logró que su hashtag #YoVotoMM fuera tendencia número 1 en Argentina, sin embargo el verdadero resultado fueron las frases “Satisface a Mauricio”; “caricia significativa” y “gran apretón proveniente de Hurlingham”. El día siguiente a la elección el oficialismo rompió todos los manuales más básicos del marketing político. El candidato y Presidente Macri, lejos de reconocer su derrota, se mostró claramente amenazante y enojado con el voto popular, y muchos de sus partidarios, incluso algunos dirigentes, denunciaron un supuesto fraude realizado “por el narco” en el proceso electoral que ellos mismos administran.
La existencia de la llamada “grieta” les había permitido formar Cambiemos y, su aprovechamiento, ganar dos elecciones; sin embargo su abuso les complicó la gestión y, por lo tanto, sus posibilidades electorales en una elección de renovación ejecutiva. Basta recordar que el gobierno ganó las elecciones del 2015 prometiendo “cerrar la grieta” y continuar las principales políticas de la anterior gestión (desde la AUH al Fútbol para todos) y terminó hablando de “los 70 años” y sosteniendo que un triunfo de la oposición significaría el “fin de la República”, el “perdón para los corruptos” y “transformarnos en Venezuela”.
Y el clásico “divide et impera”. Realmente la división del peronismo había facilitado sus victorias, en 2013, 2015 y 2017. Pero comenzó a terminarse con los diversos encuentros por la unidad a principios del año pasado y concluyó con la presentación de la fórmula y la creación del Frente de Todos. En febrero de 2018 se constituyó en la UMET una “Mesa x la Unidad” de la que participaron dos dirigentes por el kirchnerismo, dos por el “massismo” y dos por el “randazismo”, uno de estos últimos era Alberto Fernández.
En la ciencia y la teoría política existen marcadas diferencias sobre el significado de la democracia, hay desde enfoques minimalistas, que la entienden solo como un conjunto de reglas de juegos, hasta miradas más abarcativas que la extienden hacia todas las relaciones sociales. El punto de acuerdo de todas ellas es que con el voto la ciudadanía en la democracia premia o castiga a los gobiernos por su desempeño. Era obvio que un gobierno como este no podría reelegirse.
Acerca del autor Juan Manuel Abal Medina
Doctor en Ciencias Políticas. Docente en la Universidad de Buenos Aires . Ex Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación y Senador Nacional (mc). Director de la CONEAU