POLÍTICA

POR QUÉ NOS MOVILIZAMOS

Sin salario digno no hay universidad

Por Germán Saller

La situación que atraviesa el sistema universitario no tiene precedentes. El impacto presupuestario ha horadado los gastos de funcionamiento y de inversión en infraestructura y particularmente la remuneración de los docentes, no docentes e investigadores de todo el sistema universitario.

En medio de un proceso de alta inflación y de incrementos salariales a cuentagotas, es necesario exponer con claridad el deterioro de lo que llamamos “poder de compra” de los salarios de los trabajadores universitarios.

Para los alumnos y alumnas que han transitado por asignaturas básicas de economía, una de las cosas que aprendieron es a trabajar con lo que denominamos variables expresadas en “valores reales”. El PBI, el Consumo, la Inversión, el Ingreso, solo por mencionar a las principales variables macroeconómicas, son expresadas monetariamente (en pesos) pero su relevancia se mide en términos reales. 

Por ejemplo, el PBI, que representa el valor del conjunto de bienes y servicios reales producidos durante un año en un país, se expresa en pesos. Pero ese valor tiene una importancia relativa ya que lo que resulta significante es comparar cómo ha sido la evolución entre un año y otro lo que ese PBI representa. Es decir, más allá del valor monetario que tenga el PBI, nos interesa que sea mayor en términos de lo que realmente representa, que no es ni más ni menos que la CANTIDAD DE BIENES Y SERVICIOS. Por eso se habla de crecimiento “real”, haciendo alusión a que hablamos de un crecimiento de las cantidades físicas de bienes que representa el PBI. Se supone que un crecimiento real del PBI resulta beneficioso para la sociedad (esto es necesario, pero no suficiente para que la población esté mejor). 

Como resumen, de esta forma estamos midiendo el PBI en términos de cantidad de los bienes físicos que representa, independientemente del precio que tengan esos bienes. Con los salarios de los trabajadores se requiere exactamente la misma interpretación: no importa cuánto es el valor monetario (el que aparece en la cuenta bancaria cuando cobramos) sino lo que podemos comprar con el mismo. 

En el gráfico que acompaña la presente nota, estamos tomando el poder de compra de bienes del salario de un profesor adjunto de la UNAJ con 30 años de antigüedad. Está construida a partir de los datos que surgen de su recibo de sueldo. Durante el lapso considerado, no ha habido cambios ni en la antigüedad ni con ningún tipo de bonificación ni cambios en los descuentos y no se han considerado descuentos del impuesto a las ganancias. La serie de datos empieza en enero de 2023 (los meses están medidos en el eje horizontal) y en el eje vertical estamos midiendo el poder de compra del salario. Ese poder de compra lo calculamos a partir de combinar (este procedimiento lo llamamos deflactar) la evolución de los salarios nominales respecto de la evolución de los precios. Por consiguiente, la curva que surge de esa combinación representa “cosas”, bienes y/o servicios concretos.

Supongamos que esas “cosas” que se pueden comprar con los salarios representan un total de 100 en el mes de julio de 2023. En agosto de 2024, ese docente va al supermercado y en lugar de comprar por un total de 100 “cosas”, puede comprar solo 72, es decir con su salario compra un 28% menos que hace un año atrás. Menos alimentos, menos libros, menos medicamentos, menos de todo. Si esa comparación la hacemos con el salario de noviembre de 2023 (último mes previo a la asunción de las nuevas autoridades en el Poder Ejecutivo Nacional), los docentes compraron un 24% de bienes y servicios menos que en noviembre de 2023. Si bien estos cálculos se hicieron para un profesor adjunto con esa antigüedad, dado que los escalafones de los docentes son iguales entre universidades y los incrementos salariales se dan proporcionalmente para todos los docentes del país, este ejercicio es válido para cualquiera de los cargos del sistema universitario (titulares, ayudantes, jefe de auxiliares, etc.).

Para tomar dimensión de la histórica pérdida de poder de compra de los salarios universitarios, podemos hacer un sencillo ejercicio. Porque al estar todos los meses comprando menos “cosas” lo que dejamos de comprar en enero, por ejemplo, se acumula con lo que dejamos de comprar en diciembre y así sucesivamente. 

Es muy fácil la cuenta. Supóngase que tomamos como referencia el mes de noviembre de 2023 y queremos durante todos los meses siguientes mantener el poder de compra de ese mes. Si nos fijamos en el gráfico, en noviembre de 2023 comprábamos por un equivalente a 95 de cosas. Si nos hubieran pagado durante todos esos meses por 95 y lo comparamos con lo que realmente nos pagaron, el resultado es que quitaron a las familias universitarias dos meses y medio de trabajo que realizamos con mucha dedicación y compromiso. Si nada cambia, la acumulación de meses “sin paga” se seguirán acumulando. En definitiva, para estar en las mismas condiciones que en noviembre de 2023, no sólo se debería recuperar el poder de compra de dicho mes (subir a 95) sino reponer todo lo que faltó en los meses anteriores para llegar a dicho nivel.

¿Sólo los docentes universitarios atraviesan este proceso? De la información disponible en el INDEC, podemos apreciar la evolución de los salarios reales de todos los sectores de la economía. Allí se analizan los diferentes tipos de empleo y su salario. La información disponible al realizar esta nota llega al mes de junio de 2024. En promedio todos los salarios reales por tipo de vínculo laboral están peor que en noviembre de 2023: trabajo formal privado -4,7 %, trabajo en el sector público y trabajo informal -19%. Lo significativo aquí es que el ámbito de la comunidad universitaria es uno de los más perjudicados.

Adicionalmente a la situación salarial (que representa el 90% de los gastos universitarios), el presupuesto universitario no salarial sigue impidiendo el normal desempeño operativo de las universidades. Asimismo, el aparato científico tecnológico está siendo desmantelado. Si no hacemos algo para revertir la situación, si no logramos convencer a la sociedad que la docencia, la investigación, la ciencia y la Universidad son indispensables para el desarrollo de una Nación y que para ello hay que dotarla debidamente de los recursos necesarios, no tendremos futuro.

Acerca del autor / Germán Saller

Licenciado en Economía

Docente de UNAJ y UNLP

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