Notas

Un gobierno de gerentes

Warning: ¿CEOcracia o CEOpatía?

Por Marcelo Flavio Gómez

Los “Chief Executive Officers” (CEOs) -o, en español, “oficiales ejecutivos en jefe”- de muchas empresas privadas componen la primera línea del gobierno de Mauricio Macri. ¿Quiénes son? ¿Qué significa ser un CEO? ¿Qué se puede esperar de ellos en el gobierno? Una nota para reflexionar cómo interviene la lógica privada en el ámbito público y cómo defendernos de sus consecuencias.

El desembozado gerenciamiento corporativo-empresarial de la gestión pública estatal en el gobierno de Mauricio Macri merece atención y detenimiento. El artículo del catedrático chileno Alberto Mayol, “¿CEOcracia? Déjà-vu Macri”, sostiene que la legitimidad política se da de patadas con la voracidad empresarial, que la visibilización de los más crudos intereses particulares conspira contra las posibilidades de una hegemonía política duradera y que hay altos costos políticos que se pagan en la exposición de incompatibilidades entre el rol público y el privado.

Gobierno para muy pocos = mal de muchos = pérdida de legitimidad de ejercicio= castigo electoral, es una ecuación inquietante con un final tranquilizador ya que como en las películas de Hollywood los malos terminan teniendo su merecido. Quiero agregar una serie de consideraciones para reforzar y también para relativizar este planteo.

1) En Chile la derecha se proponía la profundización del rumbo de una economía ya moldeada por cuatro décadas de ortodoxia promercadista ininterrumpida. En cambio, Mauricio Macri encabeza un intento de retomar el control para cambiar radicalmente la dirección: desde un populismo derrochón estatizante a la modernización privatista business-friendly. El papel de los CEOs en ambos gobiernos no es el mismo: no se trata de planes para recuperar “competitividad” y eficiencia sino de “reconversión”, reestructuración, cambios de reglas y desarticulación que requieren ejecutores que en la jerga corporativa apodan en confianza “killers de costos” o “adelgazadores de empresas”: son cuadros acostumbrados a enfrentar resistencias fuertes y doblegarlas. Mientras que a los gerentes chilenos les bastaba con mejorar y sobre todo no equivocarse, en nuestro caso tienen que “vencer” e imponer nuevas reglas, otro statu quo en los asuntos públicos de gobierno. Acá los CEOs tienen la misión de convertir una derrota electoral por mínima diferencia en una derrota política amplia y en una derrota social y cultural catastrófica.

2) El pasaje de elencos corporativos al estado comienza en los ’90 en EEUU y se expande por todo el mundo. Desde Harvey y Piketty sabemos que el capitalismo del siglo XXI adolece de una perversión: la ganancia no proviene del crecimiento sino de la redistribución regresiva a través de la acumulación hereditaria y la megaconcentración, sustentada en estrategias financieras orientadas lisa y llanamente a la desposesión de los segmentos débiles del capitalismo global. El capitalismo del siglo XXI se caracteriza por un deslizamiento desde la explotación (ganancias extraídas del trabajo y el consumo) hacia la desposesión (ganancias obtenidas mediante coerción depredatoria, abuso monopólico, lavado, especulación financiera e inmobiliaria, expropiación por endeudamiento, etc.). Mientras la explotación depende de relaciones contractuales asimétricas entre particulares en un marco legal con reglas formalmente igualitarias, la desposesión solo puede ser efectivizada a través de la generación espuria y forzada de asimetrías a través de la manipulación de las reglas mismas. La desposesión solo puede ser efectivizada a través de la producción estratégica y deliberada de debilidades, manipulando los poderes institucionales, simbólicos o coercitivos, a través de los cuales se inducen expectativas, se cambian regulaciones de las que dependen valuaciones de activos y finalmente se coaccionan comportamientos económicos. El control del poder regulador institucional es esencial a este propósito: no solo para apropiarse de bienes comunes, estatales, etc. sino para resolver las disputas entre privados. La regulación y la intervención del Estado se vuelven una vía privilegiada de las luchas intercorporativas. En este sentido, la función principal de los CEOs es lograr que los segmentos débiles corran con todos los riesgos y paguen todos los costos de las disputas intercorporativas.

3) Los CEOs acceden a la política porque antes habían politizado su función en las sombras: lobbys, periodistas, relacionistas, abogados, consultores, son el largo brazo “político” oculto de las corporaciones. El endeudamiento endémico de los estados implica una enorme cercanía y capacidad de coerción económica de los financistas sobre la dirigencia política. Se ha producido una notable transformación en la doctrina maestra del management: la competencia pacífica en el mercado que requería estrategias de productividad, innovación, calidad de gestión organizacional, liderazgo, imagen, etc. ahora se convierte en transferencias de costos, apropiaciones y acaparamiento de oportunidades, lo que requiere estrategias mucho más agresivas y regresivas de presión o control sobre reguladores y jueces, prácticas monopólicas, espionaje, sobornos, fraude, tratos con mafias de lavadores y traficantes, conspiraciones diplomático-militares, acción psicológica y guerras.

4) Los estudios de management muestran signos preocupantes en el perfil psicológico de los CEOs: a) Hace ya muchos años se vienen estudiando las perversiones psicosociales del world business. El mismísimo Horst Köhler (ex Presidente de Alemania y del FMI) mencionó la abdicación ética basada en la cultura de “revalorización del dinero y la desvalorización del trabajo”: “todos quieren hacerse ricos sin trabajar realmente” aludiendo elípticamente al hecho generalizado de que las ganancias se esperan de maniobras financieras, especulaciones, endeudamiento, posiciones monopólicas, ventajas obtenidas por corrupción, etc. y no por el trabajo creador de bienes y servicios.(1)

Un estudio de entrevistas a cuadros gerenciales del 2007 advertía que “el componente ético no constituye un elemento constitutivo relevante entre los ejecutivos del sector financiero”(2). Más allá va el psicólogo británico Oliver James, autor de “Dinero y política de oficina: Cómo prosperar en un mundo de mentiras, puñaladas traicioneras y trucos sucios” que se ha especializado en “psicopatía corporativa”, un trastorno mental que se extiende entre ejecutivos y se caracteriza por egocentrismo exacerbado, mentira sistemática, manipulación, impulsividad y pobreza emocional. El bullyng y la “affluenza”(3) se multiplican en los elencos ejecutivos. De acuerdo con un sondeo del psicólogo Kevin Dutton de la Universidad de Oxford, los puestos ejecutivos del sector bancario y financiero (los que mayoritariamente constituyen el semillero Pro) son los más afectados por las tendencias psicópatas a las que se da rienda suelta en periodos de “reconversión”.

Los CEOs no creen en reglas ni en principios, no tienen ideología ni siquiera la del libre mercado ni mucho menos la de la competencia. Podría decirse que, a la manera de Luis XIV, se rigen por la máxima: “El mercado soy yo”. Un ejemplo basta. El presidente de Nothern Rock, banco inglés que tuvo que ser rescatado en 2007 en el Reino Unido, era Mark Ridley, un conocido darwinista social autor de libros en donde afirmaba cosas como “hay que permitir que la debilidad sea eliminada” y “cuanto más limitemos el crecimiento del gobierno, tanto mejor viviremos todos”… ¡pero el suyo fue el primer banco en pedir y ser rescatado con el dinero de los contribuyentes! Tampoco creen en la propiedad privada de los débiles, solo creen en la propiedad privada de ellos mismos y en los que son más fuertes que ellos: “Juegan con nuestro dinero y luego acuden al Estado para que los rescaten”, dice Oliver James en un reportaje de la BBC.

Los CEOs son personas hábiles en tres cosas de las que depende su éxito en el ascenso a la cumbre corporativa: usurpar méritos de otros (“deleting labor”), transferir a otros sus errores y, sobre todo, impedir que los demás hagan lo mismo. El CEO es el que garantiza que todos los que se equivocan paguen, y que todos los que aciertan no condicionen el comando de la organización, aunque él mismo sea la encarnación de la violación de ambas reglas. Son expertos en aprovechar situaciones favorables creadas con esfuerzos de otros que son invisibilizados o directamente desplazados y expertos en buscar culpables de los fracasos. Es muy común que echen personal que por su capacidad pueda poner de manifiesto errores y que conserven personal al que hostigan permanentemente para que cargue con todas las fallas. “Es como trabajar para un niño de 6 años” y “no aprenderán de sus errores” explica la psicoterapeuta Audrey Kraft que atiende como pacientes a algunos subordinados de CEOpatas(4).

5) Las clases dominantes de base financiera en una economía mundial estancada no plantean su gobernanza o su supremacía política como hegemonía. No requieren generalizar intereses, prácticas articulatorias, sino conquistar cómplices, fomentar debilidades, neutralizar perdedores descontentos, y convertir la desesperación en odio contra chivos expiatorios. Todo indica que la manipulación mediática y la difusión del miedo son sus recursos políticos fundamentales. Es probable que se trate de una suerte de modelo global de gobernanza basada en el miedo donde el narcotráfico y el terrorismo fungen de piedra angular de una nueva arquitectura política posdemocrática que requiere un nuevo modelo de ciudadano que ya no va a poder ser el ciudadano consumista-patrimonialista como en los años ‘90. La hegemonía neoliberal de los ’90 se apoyó en una suerte de “soborno de masas”: dólar barato, endeudamiento a bajas tasas, viajes al exterior, importados, boom inmobiliario, urbanizaciones privadas para sectores medios ascendentes, amplias libertades políticas y de expresión. Esto ya no es esperable en un mundo estancado, con baja catastrófica de precios de materias primas, decadencia de economías centrales y reversión al centro de los flujos de capital. Por ello, la única forma de conseguir votos es mediante una “extorsión de masas”. El miedo al caos o a enemigos ficticios (narco-terrorismo-“mafias”-“militantes”) van a ser sus vectores principales para obtener consentimiento. De última, es la especialidad de los psicópatas: “hacer que los demás hagan lo que no quieren hacer” por el engaño seductor o por la coacción irresistible. “Ya te vas a ablandar” le decía MM a la nena que no quería quedarse sobre sus rodillas en el fallido spot publicitario que pudo verse en Youtube durante la campaña.

6) Algunas cuestiones a tener en cuenta para enfrentarlos.

a) Lo primero es entender que en cierto modo son “tigres de papel”: se alimentan de la debilidad y la apariencia de fortaleza pero tienen pies de barro, son completamente incapaces de intentar construir una voluntad colectiva duradera. Es fundamental no dejarse intimidar, ya que el miedo alimenta la política del miedo.

b) Detestan la incertidumbre, las reacciones esperadas entran en su planificación y por tanto facilitan su trabajo. El campo a explorar es lo que no puedan anticipar y lo que es difícil controlar. Son expertos en “atraer” las reacciones hacia los terrenos donde tienen más chances de neutralizarlas (“control de daños” le dicen en la jerga).

c) Detestan también la pérdida de iniciativa, por tanto hay que tener una agenda propia y tratar de imponerla. La idea de “resistencia” tiene la contra que les otorga la iniciativa. Ante los CEOs no se trata de resistir, ya que ellos son expertos en doblegar resistencias sino en saber atacar sus flancos débiles y saber anticipar y bloquear sus movimientos. No caer en sus provocaciones es bueno, pero lograr provocarlos y obligarlos a defenderse es mejor.

d) ¡Ojo!: no se puede descartar un intento de mediano y largo plazo de variar su composición de apoyo electoral. Contrariamente a lo que se instala en los medios, el 51,4 % de MM en el ballotage tiene una proporción 70 % clases medias y altas y 30 % clases populares. Es probable que el consenso que sin dudas van a perder entre las clases medias intenten recuperarlo con planes sociales y presencia territorial entre las clases populares.

En definitiva, como pueblo tendremos que demostrar con lucha e inteligencia que no merecemos un gobierno de los CEOpatas.

NOTAS

(1) Entrevista a Horst Kohler “La banca se alejó de los fundamentos éticos” en Entrevista El País.com 26/10/2008. http://elpais.com/diario/2008/10/26/negocio/1225026867_850215.html

(2) Lourdes Susaeta y ots. (2008): Factores determinantes de la reputación del CEO. IESE Business School, Universidad de Navarra, pag. 28. http://www.iese.edu/research/pdfs/DI-0772.pdf

(3) Sintomatología que consiste en una compulsión a la superioridad constatable en bienes materiales, una obsesión por el éxito y el ascenso, por la demostración de poder económico en las relaciones interpersonales a través del consumismo y la acumulación patrimonial ostentosa.

(4) http://gestion.pe/empleo-management/psicopatia-corporativa-trastorno-mental-que-se-extiende-entre-ejecutivos-2093243

Acerca del autor/a / Marcelo Flavio Gómez

Marcelo Gómez
Licenciado  en  Sociología (UBA), Máster  en  Ciencias  Sociales  FLACSO,  Doctor  en  Ciencias Sociales  (IDES/UNGS). Profesor Titular en la Universidad Nacional de Quilmes y Profesor Adjunto en la Carrera de Sociología de la UBA. Investigador  en  temas  de  sociología  de los movimientos sociales y la acción colectiva.  Publicó numerosos libros  y artículos  sobre  conflictividad  social,  sobre educación y  mercado  de  trabajo, y sobre clases sociales y acción colectiva. Su último libro es “El regreso de las clases. Clases, movimientos sociales y acción colectiva” Ed. Biblos.

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