Nosotres

LA EXPERIENCIA DE LA "ASAMBLEA DE TRABAJADORAS"

Los feminismos ante la pandemia

Por Karin Grammático

Nuevos espacios de comunicación para enfrentar los  desafíos que presenta el aislamiento. Mantener el estado asambleario para plantear soluciones al aumento de la violencia machista, los problemas de teletrabajo, la situación de las trabajadoras precarizadas, de las migrantes.

 

Una diminuta entidad de proteína y ARN nos está desafiando como especie. Nos obliga a repensar los vínculos que establecemos con lxs otrxs, pone en cuestión nuestros modos de habitar el mundo, y expone, a veces de manera brutal, el lado perverso de nuestra humanidad.

Frente a los retos que provoca el virus SARS-CoV-2, ensayamos nuevas formas de tramitar este presente atravesado y definido por el aislamiento social obligatorio. Sin embargo, las formas hacerlo están condicionadas por aspectos tan cruciales como la edad, la clase y el género. Es que el virus, lejos de apaciguar las inequidades, las resalta. 

El aislamiento social obligatorio, hasta el momento la única herramienta que se muestra eficaz para evitar la propagación de la enfermedad, expone, sin paliativos, las discriminaciones y las violencias sufridas a diario por las mujeres. Para las trabajadoras, la situación trae un plus: la precarización, la doble jornada y la discriminación salarial parecen adquirir, en tiempos de pandemia, toda su injuria. 

Los feminismos han intervenido –históricamente y con insistencia– sobre ellas para denunciarlas, y para pensar y activar iniciativas que las disuelvan. La realidad impuesta por la cuarentena suscitó la necesidad crear nuevos espacios de articulación que permitan que la lengua feminista siga construyendo horizontes de emancipación para todxs. 

La Escuela de Feminismo Popular Nora Cortiñas (@Escuelafeminismopopular.norita, en Facebook) y la Asociación Argentina para la Investigación en Historia de las Mujeres y Estudios de Género (aaihmeg.org) alentaron la idea de crear en el terreno de la virtualidad –un espacio que tiene sus impedimentos en cuanto a su accesibilidad, allí también tallan las desigualdades– un punto de encuentro para que el aislamiento social obligatorio no se convierta en silencio y sometimiento a las demandas del patriarcado y las patronales. La Escuela (una apuesta de formación política de los feminismos populares que imaginaron y concretaron un grupo de trabajadoras) y la Asociación (una entidad federal de investigadoras dedicadas a pensar los problemas desde la perspectiva de género) activaron sus redes y convocaron a una Asamblea de Trabajadoras para el 16 de abril. 

Ese día, casi ochenta mujeres se encontraron, a través de una plataforma de videoconferencias, para plantear sus cuestiones y escuchar las de sus compañeras. Trabajadoras “esenciales”, del Estado y del ámbito privado; maestras, profesoras de las escuelas secundarias y docentes universitarias. Mujeres migrantes y precarizadas, trabajadoras de la economía social y encargadas de comedores escolares, trabajadoras sociales, psicólogas y abogadas. De la Ciudad de Buenos Aires y de La Plata, del Conurbano bonaerense y de Tandil, de Catamarca, Jujuy y Mendoza, de Misiones y Santa Fe, de Neuquén y Santa Cruz. 

El encuentro se repitió una vez más, y otra, y otra. Al momento de entregar esta nota, ya han sido cuatro las asambleas, cada vez más numerosas y diversas en su composición. 

El soporte tecnológico utilizado no obstaculizó la tradición asamblearia, aunque introdujo algunas innovaciones: la lista de oradoras se realiza a través del chat del dispositivo, y el uso de la palabra –coordinado por una compañera de la Escuela o de la Asociación– implica “desmutear” el micrófono que, para mejorar la conexión y favorecer la escucha, siempre debe estar en silencio; otra compañera graba la asamblea y el resultado es difundido por las redes de las entidades organizadoras, un suerte de acta audiovisual disponible virtualmente. Y tampoco evitó que se recreasen en las reuniones algo de aquello que los grupos de autoconciencia feminista de los años legaron a sus hermanas: el efecto de sororidad política que provoca saber que “esto, a mí sola no me pasa”. 

A lo largo de las asambleas, el voceo de las mujeres fue construyendo un mapeo de las problemáticas más acuciantes. El trabajo y los cuidados, la violencia machista y la situación de las trabajadoras precarizadas fueron de las más discutidas. 

El teletrabajo y sus efectos ocuparon buena parte de las reuniones. La frontera entre el horario laboral y el tiempo de descanso es difusa, cuando no, inexistente. El trabajo lo toma todo y es abusivo. ¿Cómo frenar la avanzada contra nuestros derechos laborales?, se pregunta la Asamblea. Para muchas compañeras, la mesa del comedor –o de la cocina– es la tabla donde se prepara el alimento, el escritorio donde se trabaja y el pupitre de lxs hijxs. En esa imagen se grafica la ausencia de una redistribución de las tareas de cuidado que les deja a las mujeres el infeliz monopolio. La exigencia afecta el temple con el que encaramos las múltiples demandas y trastoca los vínculos afectivos con quienes compartimos la cuarentena. Una joven madre trabajadora contaba con angustia como su estado de desborde, ante tantas demandas, contaminaba la relación con su niño. Asomaba un tono “feo” cuando hablaba con él… 

El incremento pasmoso de la violencia machista durante la cuarentena fue otro de los tópicos que se hizo presente en cada encuentro. Desde que la medida fue puesta en marcha y hasta comienzos de mayo, treinta y tres mujeres fueron víctimas de feminicidios. Así, para muchas mujeres, el aislamiento social obligatorio es un riesgo para sus vidas; más amenazante y real que la enfermedad del coronavirus. Las medidas tomadas al respecto no parecen ser suficientes. La cuenta sigue pendiente.

La situación de las trabajadoras precarizadas, migrantes y de los barrios populares se planteó con insistencia. Para ellas es muy difícil participar de la asamblea porque no cuentan con la conectividad suficiente como para sostener una asamblea virtual. Los datos disponibles son pocos y se cuidan como oro. Pero quieren estar y acercan audios de WhatsApp para contar y denunciar sus realidades. Los despidos, la subsistencia comprometida al no poder salir a la calle a trabajar, la imposibilidad de acceder al Ingreso Familiar de Asistencia, el dengue es plaga en algunos barrios, la falta de agua, los salarios que no se perciben, la imposibilidad de la conectividad… Ante la descripción en primera persona de la precariedad y vulnerabilidad, la pregunta no demoró en hacerse e interpelar a la asamblea: ¿Cómo podemos acompañarlas?

Ante esta y otras preguntas, las compañeras tratan de ensayar respuestas que las llevan a repensar algunos conceptos y a agudizar la creatividad para diseñar acciones. El desafío mayor es cómo cuidar y cuidarse de la enfermedad sin que eso signifique poner en riesgo el derecho a la protección laboral, social y económica. Las trabajadoras apuestan a sostener y crear nuevos lazos y redes de contención, deciden salir a la búsqueda de canales donde sus voces circulen y sus planteos sean escuchados, imaginan formar de organización para enfrentar la embestida contra sus derechos, y se plantean la necesidad de volver, en clave feminista, al concepto de “cuidado” y sus implicancias. 

La Asamblea de Trabajadoras es un ejemplo de cómo los feminismos exploran nuevas alternativas de intervención militante para continuar el desarrollo de sus agendas y enfrentar los efectos perniciosos del aislamiento social. Sin un calendario fijado de antemano, aunque con una regularidad sostenida por decisión de sus participantes, un grupo de mujeres se encuentran, discuten, piensan y traman un mundo sin desigualdades ni violencia machista, racismo y exclusiones. Lo hacen porque saben que juntas nuestras voces siguen siendo poderosas. 

Acerca de la autora Karin Grammático

 

Historiadora. Docente e investigadora de la UNAJ. Integrante del Programa de Estudios de Género (IEI-UNAJ)

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