Notas

FLORENCIO VARELA Y EL NACIMIENTO DE LA LITERATURA POLICIAL ARGENTINA

La huella del crimen

Por Gabriel Wainstein

Cuando los editores del diario “La Tribuna” de Buenos Aires publicaron la primera entrega de “La huella del crimen”, de Raúl Waleis, el 23 de julio de 1877, seguramente no imaginaban que estaban fundando un territorio literario que hoy, casi un siglo y medio más tarde es más vasto y fértil que nunca.

“La huella del crimen” no es sólo la primera novela policial argentina, sino la pionera del género en lengua castellana. En cuanto a la trama, el relato se desarrolla en Francia. En el Bois de Boulogne se encuentra el cadáver de una mujer joven disfrazada de hombre. Se trata de  la baronesa Alicia de Campumil que aparece degollada con un cuchillo. La investigación del caso la lleva adelante el comisario Andrés L’Archiduc, conocido como “El Lince”, que además de ser un hombre de acción posee una gran inteligencia, extensos conocimientos y una agudísima capacidad deductiva. Es capaz de ver indicios donde otros no perciben nada y trata de descubrir verdades que no son evidentes. 

L’Archiduc debe desmontar la falsa acusación contra uno de los campesinos que descubrió el cadáver y evitar que el juez de instrucción cometa una injusticia: el asesino fue en realidad un miembro de la nobleza. El magistrado necesita no sólo saber quién es el verdadero culpable, sino también comprender las causas del crimen. Éste es uno de los elementos esenciales del libro, ya que el escritor se proponía que su obra tuviera un objetivo didáctico. Aquí surge una pregunta inevitable: ¿Quién era Raúl Waleis? Tras ese seudónimo estaba Luis Vicente Varela, un jurista, político, y escritor, miembro destacado de la generación del ’80, que llegó a integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Su madre fue Justa Cané, tía de Miguel Cané, el autor de Juvenilia. Su padre fue Florencio Varela, un periodista y político unitario, opositor al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Florencio Varela se exilió en Montevideo y tuvo el triste papel de gestionar en Londres, en 1843, el envío de una flota británica para que invadiera nuestro país y derrocara al gobierno de Buenos Aires. 

Volviendo a “La huella del crimen”, su objetivo didáctico se expresa en el subtítulo “novela jurídica original”. Luis Vicente Varela pretendía, mediante su obra literaria, popularizar sus opiniones sobre el sistema judicial, particularmente sobre las posibilidades de error en los procedimientos. En el prólogo afirma:

“Julio Verne ha popularizado las ciencias físico-naturales con sus novelas. Yo trato de popularizar el Derecho con mis romances, sin pretender para estos la gloria inmensa de aquellas.”

Otra de sus preocupaciones era la situación de sometimiento jurídico de las mujeres. En un pasaje de la novela, el escritor explicita con claridad su punto de vista: 

““Abrid el libro de vuestras leyes civiles. La mujer no tiene derecho que ejercer sin la venia de su esposo. La madre no tiene patria potestad sobre sus hijos. La viuda no administra los bienes de la sociedad conyugal. Os entregan una mujer por compañera, y la ley la hace casi vuestra sierva. Está obligada a obedeceros y a seguiros. Vos sois el amo. Ella la esclava.”

“La huella del crimen” fue concebida como parte de una trilogía que continuaba en “Clemencia”, editada al año siguiente, y que se completaba con “Herencia fatal”, que el escritor anunció y nunca publicó. Si con su primer libro Waleis fundó la literatura policial en castellano, con Clemencia sentó una de las bases fundamentales del género en nuestro país, ya que por primera vez aparecen personajes y escenarios argentinos. No se trata de un tema menor; se advierte en épocas posteriores, hasta mediados del siglo XX, una tensión no siempre explicitada entre los autores que copiaban el modelo anglosajón y escribían novelas situadas en Inglaterra y protagonizadas por integrantes de la nobleza británica, y los que buscaban, de variadas maneras, asentar su narrativa en escenarios y personajes argentinos. 

La primera parte de “Clemencia” se desarrolla en 1876 en París y dos de los protagonistas son jóvenes argentinos que viven en Francia. Uno de ellos es médico, el otro, Rafael Meris, llegó a la capital francesa huyendo de sí mismo, tras una historia trágica que lo llena de remordimientos. El melodramático episodio que lo atormenta tuvo lugar en la Argentina y, de esta manera se incorporan por primera vez nuestro territorio y sus habitantes a un género que sólo cultivaban escritores europeos o de los Estados Unidos y tomaba como escenarios las metrópolis del Viejo Mundo o, a lo sumo,  buscaba el exotismo de las colonias asiáticas.

En esa primera parte, Rafael conoce a Clemencia, una joven francesa que parece tener un temperamento melancólico similar al suyo. Clemencia lo rehuye pero, finalmente, el joven consigue un acercamiento y, en el vínculo, sale a la luz la historia que angustia a la mujer. Los pesares de Clemencia se enraízan en hechos del pasado, se remontan a su propio origen. La primera parte del libro concluye cuando ella comienza a relatarle su historia. 

En la segunda parte, Waleis abandona estos personajes y se remonta al año 1853, cuando Rafael y Clemencia aún no habían nacido. El escritor narra una historia donde aparece nuevamente el protagonista de “La huella del crimen”, Andrés L’Archiduc, que debe esclarecer el asesinato de una mujer casada. Todos los indicios apuntan a un supuesto amante, sin embargo L’Archiduc desconfía del exceso de verosimilitud de las pruebas y, pese a la desconfianza del juez que está a cargo del caso, se esfuerza en encontrar al verdadero autor del crimen. 

El personaje de L’Archiduc se hace más interesante aún cuando Waleis da otro salto al pasado para relatarnos un episodio que fue determinante en su destino de investigador. Cuando el detective era un joven estudiante de medicina defendió a una mujer de un intento de abuso por parte de un gendarme. Por esa situación L’Archiduc fue condenado a dos años de cárcel. En la prisión se dedicó al aprendizaje de las ciencias. 

“El estudio de la medicina legal le llevó a persuadirse de que estaba en buen camino. Asociados, en su cerebro privilegiado, sus conocimientos de la ciencia entraña con las reflexiones de la ciencia propia, comenzó sus experiencias en sus compañeros de prisión. Un día hablaba con un presidiario, y, juzgando a este según los detalles del delito que le había llevado al presidio, veía que su ciencia no le engañaba. Otro día, llamaba a otro compañero, y encontraba en las revelaciones de aquel hombre, nuevos elementos de estudio, y nuevas causas de investigación.”

Al salir de la cárcel, L’Archiduc ingresa en la policía y aplica sus conocimientos en sus investigaciones. Ve lo que no es evidente, a la manera de Sherlock Holmes. Sin embargo, su personaje se anticipa en diez años al detective de Conan Doyle, ya que la primera aventura del sabueso de Baker Street data de 1887. 

Las influencias de Waleis como autor del género provenían de los escritores franceses Emile Gaboriau, Xavier de Montépin y Honoré Balzac, y del estadounidense Edgar Allan Poe.  

Aquí no puedo dejar de hacer una hipótesis como lector. Las pasiones conexas de Luis Vicente Varela por el sistema jurídico y por la novela policial podrían tener raíces en un hecho significativo y traumático de su infancia. Su padre, Florencio Varela, fue asesinado de una puñalada por la espalda en 1848. El autor del hecho fue Andrés Cabrera, un hombre analfabeto. Muchos señalaron a Rosas o a su aliado, el oriental Manuel Oribe, como los instigadores del crimen, pero otros apuntan a las diferencias internas entre los exiliados porteños. El escritor José Mármol publicó un libro en 1849  donde volcó su investigación del hecho de sangre. No es demasiado aventurado pensar que en el asesinato de su padre está la raíz de la vocación literaria-jurídica de Luis Vicente Varela. Así, el destino parece trazar una parábola que va desde una puñalada mortal al nacimiento de la literatura criminal argentina. 

De lo que no cabe duda, es que las dos novelas policiales que Luis Vicente Varela firmó con el seudónimo de Waleis, no sólo son antecedentes valiosos, sino que atraviesan bien la prueba del tiempo. Aún hoy, vale la pena leerlas.

 

Acerca del autor /  Gabriel Wainstein

Periodista y guionista de cine y televisión. Como guionista ha ganado premios en los Festivales Internacionales de Cine de Guayaquil y Gualeguaychú. En la actualidad trabaja en Mestiza Radio donde, desde hace cinco temporadas, produce y conduce el programa “El dulce veneno de la novela negra”, dedicado a la literatura policial. En el marco de este programa está desarrollando una investigación sobre la historia de la literatura policial argentina.

Para más información:

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“El dulce veneno de la novela negra” se emite los martes las 21  en http://radio.unaj.edu.ar

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