Entrevistas

LITERATURA CONURBANA

Entrevista al narrador popular Pedro Chappa

Por Fabián Banga y Martín Biaggini

Pedro Chappa nació en Tres Arroyos, provincia de Bs As, en 1946. Poeta, escritor, actor, narrador oral. Publicó Un violín en Praga y Villegas (gracias al poeta Omar Cao), Al Costado del camino y Una copa desde el fondo. Colaboró en revistas culturales y diarios nacionales y extranjeros.

 

Se ha dicho en algún momento que Macedonio Fernández no se parece a nadie. Lo mismo se podría decir de Pedro Chappa. Por otro lado, no son escritores que estén aislados. En sus trabajos se pueden ver ideas que dialogan con la escritura de otros escritores. Pero implícitamente en este mismo dialogo hay un sentido de total independencia, que es la base desde donde se construyen sus imágenes, muchas de estas nativas del conurbano profundo. Por ejemplo, uno sabe antes de que Pedro lo diga que hay temas en su escritura que mucho tienen que ver con el escritor mexicano Juan Rulfo. Él va a hablar en esta entrevista de Pedro Paramo; pero uno podría agregar que más exactamente hay algo de “No oyes ladrar los perros” en Pedro. El escritor mexicano nos presenta en el cuento a un padre que lleva a cuestas a un hijo moribundo. Pedro, por otro lado, nos carga a nosotros; o quizás, dicho de otra manera, carga una realidad propia que nosotros no podemos cargar.

“Como agua, como viento, como arena, como lugar común del idioma; como la vida.
Se nos va el milenio” (“Hasta el milenio que viene”).

En Chappa encontramos constantemente un secreto a gritos, inevitable, que habla no solamente de nuestro lugar, en este caso el conurbano, sino de la pertenencia del conurbano en una aldea más amplia, antigua y profundamente pesada que es el tema de la herencia, de la raza, de la clase social y de nuestras dinámicas locales.   

“Tan considerao lo tenía el patrón al Cativio que había comentarios. Pero ya se sabe que a esas cosas no hay que hacerles mucho caso.” (“Inocencias perdidas”)

Hay otro elemento que caracteriza a Pedro. Cuando nos estamos tomando demasiado en serio su relato, llega un guiño que nos descoloca y nos abre una rajadura por donde salir de ese espacio angustiante. Ahí es cuando la pertenencia al barrio, a nuestros lugares comunes se vuelven evidentes y Chappa nos propone en su humor una salida a esa pesadumbre omnipresente. Es el humor del tango, de la charla de café o cantito de cancha. Esto se presenta por ejemplo cuando mandan a trasquilar lechuzas al Cativio o en imágenes como cuando superpone al gordo y al flaco en “Un violín en Praga y Villegas”. Hay una constante superposición de un humor de circo, clásico, fino, en un contexto muy local, tan nuestro que se vuelve hasta barroco. Hay algo de heroico en esta escritura. Una reconstrucción de espacios conocidos por nosotros, pero al mismo tiempo universalizados. Si bien es un escritor local, Pedro es claramente un escritor latinoamericanista. Algo muy poco común en nuestras latitudes. ¿Es que Latinoamérica comienza desde la General Paz para este lado y Pedro tiene la sensibilidad de verlo?

Ahí es cuando Pedro carga con nuestras tradiciones, porque tal cual el Pedro de Rulfo, nos viene a contar la historia de nuestra patria chica que es el conurbano.

Fabián Banga: ¿Cuándo comenzaste a escribir, Pedro?

Pedro Chappa: A los 3 años y medio según decían mis padres. Lo interesante de todo esto es que este mismo conocimiento que yo ya tenía generó mi primera frustración con el sistema. Cuando fui a la escala primaria la maestra me dijo que yo no sabía escribir porque escribía todas las letras en mayúscula y no en cursiva. ¡Me tuvieron haciendo palotes por no sé qué cantidad de tiempo! ¿Para qué? ¿Si yo ya sabía escribir? Recuerdo que la escuela era privada porque mi padre no me quería mandar a la escuela pública ya que decía que ahí me iban a enseñar “La Marcha Peronista”. Luego a los 14 años escribí mi primer cuento. Que era la historia del loco Pichín, un muchacho no muy lúcido, quizás un marginal, que se recorría todo el pueblo juntando botellas.

Martín Biaggini: Un botellero

P: Exacto. Él se peleaba con las mujeres que le reprochaban cosas y les gritaba “¿vamos a coger?” algo que él ni sabía lo que significaba pero que las espantaba a todas (risas). Y en esos tiempos, yo sin tener conciencia de lo que estaba haciendo, surge un suceso que me hace tomar mi primera opción política sin yo saberlo. A media cuadra de mi casa había una fábrica, Istilart, que tenía cinco manzanas y 800 obreros. Llega el golpe del 55 y yo que había visto esa imagen esplendorosa de los militares en el año 50, yo tenía 4 años y mi padre me había llevado a verlos con sus bayonetas relucientes, y ese día vi al ejército de fajina rodeando la fábrica, con armas y los obreros desarmados… Ese día yo supe de qué lado tenía que estar. Cuento en ese cuento del Loco Pichín, como se va viniendo abajo la fábrica. Yo entré a trabajar a los 15 años y de los 800 obreros ya sólo tenía 80 obreros y 300 empleados haciendo la liquidación de lo poco que había quedado. Esa fábrica hacia las cocinas a leña, cocinas económicas y las salamandras, molinos, arados…

F: ¿Sentís que tenés compromiso con algún grupo o ideología cuando escribís?

P: ¡No, para nada! La ideología seguro que está. Pero no en el propósito. Yo escribo “Inocencias perdidas” y como 20 años después de escribirlo me doy cuenta que estoy contando la historia de mi madre que era hija de un funcionario de correos, persona importante cuando ella nació en 1910, con su cocinera. Si bien Cativio, hijo de la cocinera del cuento “con vaya a saber quién” dice el cuento, después descubro que por ejemplo había un tal San Martín que parece que también fue fruto de una unión similar [1]. Más aún, perece que también había un coronel que apareció por el 45, por ahí [2]. Y la gloriosa, la inolvidable, la que amo con todo mi corazón, Evita Perón, también era producto de una unión de ese tipo. Una vez hablando con Omar Cao él me dijo: “Pedro, la historia de Latinoamérica es la historia de los bastardos.” Y para mi Omar Cao, casi siempre tiene razón.

M: Pero igual Pedro me parece que lo dijiste hace un rato, cundo dijiste “yo sabía de qué lado me tenía que poner”, como escritor, estás parado en una vereda.

P: Ah sí, claro que sí.

M: Te representa eso ¿qué vereda es?

P: Bueno, la vereda de enfrente de quien mi pueblo puso en el gobierno. Es decir, yo tengo una estocada que todavía me duele. Hay un micro cuento que escribí no hace mucho que se llama “Invicto.”

De un tirón se arrancó la lanza que tenía hundida en el vientre hasta la columna vertebral. Con una mano ensangrentada aplasto una mosca. Murió satisfecho de su triunfo sobre el díptero.  

Claro que sé de qué lado estoy. No hay ninguna duda.

 

[1] Refiere a Don José, la vida de San Martín de José Ignacio García Hamilton, Editorial Sudamericana, 2000.

[2] Juancito Sosa, el indio que cambió la historia de Hipólito Barreiro, Editorial Tehuelche, 2000. 

 

Acerca del autor/a / Martin A. Biaggini

Martín Biaggini

 

Martín A. Biaggini es profesor en Historia (ISSJ), Licenciado en Artes (UNLa), Especialista en Educación (UNSaM) y Maestrando en Educación Lenguajes y Medios.  Se desempeña como docente investigador en la UB, UNLa, UNLaM y UNAJ.

 

 

Acerca del autor/a / Fabián Banga

Fabián Banga
Es profesor y el Presidente del Departamento de Lenguas Modernas de Berkeley City College en Berkeley, CA. Tiene un doctorado (2004) y M. A. en Lenguas y Literatura Hispanos (2000) de la Universidad de California, Berkeley, y B.A. en Lengua Española y Literatura también de Berkeley. Es co-presidente del Comité de Tecnología para el Coordinador de Distrito de Universidades y Educación a Distancia Peralta Comunidad desde 2007 en Berkeley City College. Ha sido miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación de habla no inglesa del norte de California desde el año 2000. También es el Presidente de FLANC desde junio de 2014. Fue investigador estudiante de tercer ciclo para el Programa de Tecnología Educativa (ahora llamado Educational Technology Services ) y consultor del Grupo de interés de Humanidades de la Universidad de Berkeley, de 1999 a 2002. Ha ganado el Premio del Presidente de 2007 (Peralta Colleges Fundación), el Premio del Presidente, 2013 y 2015 (Berkeley City College), Premio de Reconocimiento, 2013 (Oficina de Servicios Educativos, Peralta Colleges), Premio becas Disertación, 2002 (División de Graduados de la Universidad de California, Berkeley), Facultad Premio del Salón de la Fama, (Asociación de Padres y Estudiantes 2001, Universidad de California, Berkeley), Premio Programa de Oportunidad de Graduados, 1998 (Universidad de California, Berkeley), graduado con honores, 1998 (Universidad de California, Berkeley ), Estudiantes de Honor: primavera de 1997, el otoño de 1997, la primavera de 1998. (Universidad de California, Berkeley), Beca John K. Walsh Memorial, 1997 (Departamento de español y Portugués de la Universidad de California, Berkeley) y el Estudiantes de Honor Académico, 1995 (Vista Community College).

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