Notas

EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

El aula de Teseo

Por Fernando Bifano y Leonardo Lupinacci

Dar clase en tiempos de pandemia, el desafío de todos los niveles educativos. Los riesgos, los desafios y las posibilidades de la educación virtual en la universidad

 

 

“El barco en el cual volvieron (desde Creta) Teseo y los jóvenes de Atenas tenía treinta remos, y los atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio de Falero, ya que retiraban las tablas estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este barco se había convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas que crecen; un grupo defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro aseguraba que no lo era”

Plutarco

 

No estábamos preparados para esta pandemia. Definitivamente nadie en el planeta lo estaba. Y la sociedad en su conjunto, fue respondiendo como pudo y tomando decisiones sobre la marcha. Cada país fue -y va, porque continúa- acomodándose según sus gobernantes van evaluando el día a día de la evolución de un virus desconocido y sopesando el impacto de cada una de las medidas que toma sobre la sociedad. En ese sentido, hasta se ha llegado a sindicar a Argentina como uno de los posibles modelos a seguir.

En ese contexto, el Ministerio de Educación tomó la decisión de suspender las clases a nivel nacional en todas las escuelas del país. Las Universidades Nacionales, según la potestad misma que la ley de autonomía universitaria les confiere, han ido tomando diferentes actitudes frente a la tan mencionada “continuidad pedagógica”. Y así como frente a las paradojas como la que plantea Plutarco, uno tiene al menos dos posibilidades -no nos referimos a la decidir si el barco es o no el mismo de Teseo, sino a una más profunda- la de quedar paralizados pensando y debatiéndose falsamente en disquisiciones filosóficas o ponerse en marcha y actuar. En el caso de nuestra querida Jauretche, fue la de embarcarse en una aventura sin un horizonte a la vista -que aún lejos está de aparecer nítidamente, lo que no significa tener claro el destino- pero con la convicción de que un barco es para navegar y no quedar todo el tiempo amarrado en el puerto seguro. Pero ojo que salir a navegar, no significa necesariamente improvisar el viaje o salir a la deriva.

Y así fue como empezamos a encarar el desafío contrarreloj. Dedicando energía y esfuerzo para ingresar en una virtualidad “forzada” por las circunstancias. La universidad ya venía contando con algunas experiencias de virtualización de algunas materias para un dictado a distancia, pero esta situación es diferente y totalmente imprevista. Había una necesidad, una vacancia a cubrir; ahora hay una urgencia a atender.

Por otra parte, ¿qué significa virtualizar una materia? Claramente, es mucho más que transformar un libro en papel en un formato digital. Es un proceso que debe articular diferentes dimensiones: lo organizacional, lo comunicacional, lo tecnológico y lo pedagógico.

Lo primero que hizo la UNAJ fue salir a ampliar y fortalecer su red que da soporte a la infraestructura virtual para poder estar a la altura de las necesidades. A la vez, cada instituto analizó qué materias eran posibles de ofrecerse en un espacio de aula virtual para empezar a avanzar en el complejo proceso de transformación de los materiales y propuestas curriculares -dentro de las posibilidades y sin negar las limitaciones ni pretendiendo hacer caso omiso de ellas-, para ofrecerles a los estudiantes una propuesta educativa de calidad, asumiendo el compromiso impostergable de atender al derecho universal a la educación.

Pero volvamos por un instante a la expresión “aula virtual” -el aula de Teseo-. Todos sabemos y asumimos que el aula presencial no es homologable a un espacio virtual; que el hecho educativo que acontece en el cara a cara con los estudiantes y el docente, los vínculos que se establecen e interacciones que pueden darse no van a poder ser -ni pretendemos que así sea- sustituidas. La paradoja está resuelta de antemano, no existe como tal. Esto no significa que debamos renunciar a ofrecer alternativas, a buscar respuestas creativas a partir del potencial que los entornos digitales ofrecen. Y así lo hemos hecho: clases escritas combinadas con explicaciones en video, actividades con software para interactuar, cuestionarios de auto-evaluación para tener un feedback inmediato sobre lo que se va aprendiendo y sobre lo que se necesita profundizar, espacios sincrónicos de encuentros para complementar lo asincrónico, foros para discutir e intercambiar ideas, son algunas de las herramientas que estos entornos ofrecen y estamos intentando aprovechar integrando lo más equilibradamente posible. 

Tampoco tiene sentido discutir y debatir sobre si este contexto de aislamiento social y confinamiento, de virtualidad “forzada”, es el ideal porque a todas luces dista mucho de serlo. En una reciente encuesta que lanzamos como parte de un proyecto de investigación, la mayoría de los docentes que respondieron anticipa o prevé que las problemas acarreados por la organización familiar y por la accesibilidad tecnológica serán sino de los principales obstáculos que impactará tanto en ellos como en los estudiantes a la hora de enseñar y aprender en las aulas virtuales en tiempos de esta pandemia. Pero esos mismos docentes, también expresan el desafío inmenso que hay por delante y reconocen el enorme trabajo colectivo y silencioso de muchos “remeros” que toman sus nuevas tablas y mueven el barco.

Naturalmente que no todo funciona al 100% como nos gustaría: algunos tienen más dificultades que otros para acceder, otros para entender la dinámica de trabajo en este nuevo contexto -si tienen que responder en un lado u en otro- son parte del cotidiano del aula de Teseo. Pero acaso en la presencialidad todo es óptimo. Sería muy ingenuo y simplista de nuestra parte contestar que sí. Tenemos una gran oportunidad de revisar mucho de lo que veníamos haciendo en nuestras aulas presenciales que a lo mejor no venía funcionando tampoco. No hace falta demonizar un espacio para revalorizar otro. A lo mejor, en el mientras tanto, ese mismo Teseo nos ayude a desenrollar el hilo de algún “foro perdido” que Ariadna -o como quiera que se llame el docente- habilitó, y nos empiece a mostrar la salida del laberinto que un Minotauro con forma de virus nos ha tendido una trampa.

Acerca de los autores Fernando Bifano y Leonardo Lupinacci

Fernando Bifano es Profesor de Matemática y Astronomía. Licenciado en Enseñanza de las Ciencias. Magister en Enseñanza de las Ciencias Experimentales y Matemática. Doctorando en Educación. Coordinador de Matemática y co-director del Programa de Estudios Didácticos del Instituto de Estudios Iniciales de UNAJ. Docente e investigador del Centro de Estudios en Didácticas Específicas de la UNSAM.

 

Leonardo Lupinacci es Profesor de Matemática y Matemática Aplicada. Licenciado en Enseñanza de las Ciencias. Especialista y Magister en Enseñanza de las Ciencias Experimentales y Matemática. Doctorando en Educación. Coordinador de Matemática y co-director del Programa de Estudios Didácticos del Instituto de Estudios Iniciales de UNAJ. Docente e investigador del Centro de Estudios en Didácticas Específicas de la UNSAM.

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